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El otro eslabón perdido

La enseñanza de la técnica pianística también tiene su “eslabón perdido”: el funcionamiento de la máquina del piano y su importancia como eslabón fundamental de la fisiología de la interpretación.

En la introducción de su libro “Elementos de Técnica Pianística”, la profesora María Rosa Oubiña de Castro, discípula del gran Vicente Scaramuzza, explica como elemento fundamental de estudio para todo pianista el funcionamiento de la máquina del piano.

En palabras de la profesora Oubiña de Castro, “la máquina responde con sensibilidad al pianista que conoce su funcionamiento.”

A continuación, dedica el primer capítulo del libro a la descripción y función de cada uno de los componentes de la máquina.

Es indudable que la importancia vital que ella le da al conocimiento de la máquina del piano refleja directamente el concepto que el Maestro Scaramuzza le inculcó.

Vicente Scaramuzza había estudiado en Italia con un alumno de Giovanni Sgambati, uno de los más famosos discípulos del genial Franz Liszt.

Según se desprende de testimonios de aquella época, Liszt utilizaba “trucos” que se relacionaban con ciertas características de la máquina del piano y su funcionamiento. Por ejemplo, en ciertos pasajes de “bravura”, se sabe que Liszt accionaba ingeniosamente el pedal de resonancia con el objeto de alivianar la máquina, ya que la varilla que acciona el pedal levanta todos los apagadores y el peso de los mismos no se manifiesta en las teclas.

Es imposible desarrollar técnicas “especiales” para utilizar la máquina y relacionarla con los distintos aspectos de la técnica y la interpretación o ejecución si no se la conoce profundamente.

En su excelente libro “The Visible And Invisible In Pianoforte Technique”, el pianista y pedagogo inglés Tobias Matthay relaciona constantemente los distintos aspectos de toque y ejecución con el funcionamiento de la máquina. Más aún: en uno de los pasajes del libro, llega a resaltar el hecho de que, “contrariamente a la vieja noción de que el sonido se obtiene presionando en la base de la tecla, (hoy)  sabemos que el martillo llega a la cuerda antes de que la tecla llegue a su punto inferior” (págs. 165/166), dando a entender que este hecho mecánico fundamental, que por supuesto conocían los grandes maestros del pasado, había sido ignorado durante mucho tiempo.

Este dato vital del funcionamiento del conjunto de palancas y ejes que conforman la máquina del piano y cómo se relaciona la misma con la fisiología del pianista es sólo un ejemplo (aunque quizás el más importante) de los numerosos datos físicos que el conocimiento de la máquina puede procurarle a un pianista.

Al conocer con la mayor profundidad posible qué sucede en el mecanismo del piano cuando se desciende una tecla, un pianista puede relacionarse físicamente mejor con el mismo, y lograr, como lo señala la profesora Oubiña de Castro, que “la máquina le responda con sensibilidad”.

Sin embargo, la descripción detallada de la máquina del piano, su funcionamiento y su relación física con el sistema de palancas fisiológicas del pianista (dedos, palma, antebrazo, brazo superior y hasta la espalda o sus pies) no suele ser parte de la currícula de conservatorios, institutos o academias, ni tampoco suele enseñarse en clases, tanto grupales como individuales.

Erróneamente se considera que la cuestión del funcionamiento correcto de la máquina es terreno exclusivo de los afinadores, técnicos y artesanos. Por supuesto este no es un concepto equivocado: es incompleto.

Sin un conocimiento profundo de la máquina del piano y su funcionamiento, ninguna técnica pianística puede aplicarse ni aprovecharse en su totalidad, porque es con la máquina que el pianista interactúa.

Dicho de otra manera, la máquina es un “engranaje” componente y parte del sistema total, que obviamente comienza en el cuerpo del pianista (en realidad, en su cerebro) y se vuelve uno con él. Por lo tanto, si un pianista no conoce una parte de todo ese mecanismo completo con que el que colabora en forma física y total, ¿cómo puede interactuar con él eficientemente?

Para un cantante, el instrumento es su propio cuerpo; los instrumentistas de viento son parte de la fuente sonora, y los de cuerda y percusión están en contacto directo con la fuente sonora.

El piano no permite que el ejecutante esté ni siquiera en contacto cercano con la fuente sonora. Aquí el contacto es completamente indirecto y distante, y, peor aún, puede dificultarse y entorpecerse enormemente si la máquina está fuera de regulación, cuestión sobre la que nada puede hacer un pianista cuando se encuentra minutos antes de un concierto con un instrumento descalibrado.

Harold Bauer (1873-1951), pianista inglés que había comenzado su carrera como violinista (dato fundamental en relación a la cuestión de la expresividad y el sonido) y que fue alumno de Paderewski, también fundamenta la importancia de conocer el funcionamiento de la máquina del piano:

“El problema frecuente es que los pianistas y profesores no suelen comprender su instrumento. Sí lo comprenden los cantantes, los violinistas, flautistas o percusionistas, pero no los pianistas. Como lo único que debe hacer un pianista es descender las teclas que se encuentran debajo de los dedos, no se preocupan por lo que sucede más allá. Para superar esta dificultad, me hice fabricar una maqueta de una tecla con su mecanismo completo para mostrarles a todos aquellos que estudian conmigo que puedo accionar la tecla de distintas maneras, y los resultados serán siempre distintos. Es necesario que un pianista observe lo que sucede dentro de su instrumento, que aprenda todo lo relativo a su construcción y sepa qué sucede allí adentro cuando baja una tecla.”

Esta cita de Harold Bauer no es casual: es absolutamente intencional en este contexto, porque teniendo en cuenta que fue alumno de Paderewski a los 19 años, es evidente que ya en 1892 tenía muy clara la importancia de conocer la máquina del piano.

Es muy probable que esta cita date de fines del siglo XIX o principios del siglo XX, o sea que hace más de 100 años que muchos de los grandes pianistas y pedagogos ya insistían sobre esta cuestión, y aún así este ha sido un dato totalmente ignorado en la enseñanza del piano en todo el mundo.

Es evidente entonces la imperiosa necesidad de que un pianista conozca la máquina del piano, sepa cómo funcionan sus componentes y pueda en consecuencia hacerla funcionar para provecho no sólo de su propia técnica, sino también para desarrollar y perfeccionar aquellos aspectos de la fisiología que, al tener en cuenta la física del mecanismo del teclado, puedan estar libres de lesiones, molestias o dolores musculares.

Además puede ahorrarle tiempo y trabajo al técnico, al comunicarle con mayor precisión qué regulaciones debe calibrar prioritariamente en un piano, como ya dijimos, antes de un concierto.

Y aún en el caso de que el técnico no esté disponible (lo que ocurre frecuentemente), un pianista con un conocimiento completo de la máquina puede ajustar la fisiología de su técnica para “acomodarla”, dentro de lo posible, al estado de regulación del piano con el que se encuentra en una sala de conciertos.

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