Fase 3: el unísono.
Es en la fase de los unísonos que el arte del afinador llega a su cima y encuentra su vehículo de expresión más maravilloso y musicalmente elevado.
Es indudable que la afinación de los unísonos es la etapa más difícil y compleja de la afinación, en virtud de la enorme cantidad de variables que entran en juego, la gran disparidad en el nivel del resultado final de una afinación según se resuelvan dichas variables, y la enorme influencia que esta fase tiene en la interpretación y expresión musical del pianista.
Teóricamente, una vez afinadas las cuerdas centrales de cada nota, el afinador ajusta las cuerdas laterales para igualarlas a la frecuencia de la cuerda central. En la técnica correcta del manejo de la llave de afinación, el técnico baja la frecuencia de cada cuerda lateral en relación a la central, luego la sube y finalmente la desciende lentamente hasta acomodarla, lo que se manifiesta por la ausencia de batidos.
Sin embargo, en realidad no es esto lo que realmente sucede, aún cuando auditivamente parezca que es así.
Como se descubrió en experimentos realizados ya en la década del ’70, existe una serie de fenómenos físicos y acústicos que producen distintos comportamientos de las cuerdas durante la afinación de los unísonos, comportamientos que afectan directamente lo que sucede en esta tercera etapa final.
El más interesante, y del que dependen casi todos los demás fenómenos, es el llamado efecto de “cuerdas acopladas”. En términos didácticamente simples, en todas las secciones en las que las cuerdas se encuentran cerca unas de otras o en zonas en las que la vibración de una cuerda puede modificar la vibración de otra, particularmente en el puente (por las ondas vibratorias a través de la madera), las frecuencias resultantes de las cuerdas se alteran por influencia de la vibración del material circundante a las mismas.
Cuando se trabaja con las cuerdas laterales, y como consecuencia del fenómeno de las cuerdas acopladas, a medida que el afinador acerca una cuerda lateral desde arriba hacia la frecuencia de la cuerda central, la cuerda central acerca su frecuencia a la lateral. En otras palabras, al ir descendiendo la frecuencia de la cuerda lateral hacia la de la central, en determinado momento la frecuencia de la cuerda central sube, y los batidos de ambas cuerdas desaparecen antes de que la cuerda lateral llegue a la frecuencia exacta de la central.
Si bien este fenómeno suele ser más notorio en las octavas centrales del piano, y también suele variar de un modelo de piano a otro, en mayor o menor medida siempre sucede con distinta intensidad.
Son muchas las consecuencias acústicas de este efecto, y todas ellas tienen una influencia directa en la calidad del resultado de la afinación.
En primer lugar, es evidente que al ajustar los unísonos, las cuerdas laterales quedarán levemente más altas. Comprobando las frecuencias de las tres cuerdas de un unísono con un equipo de medición, suele observarse que la frecuencia de la cuerda central es algo menor si se la hace sonar individualmente que si se permite que vibre con una o las dos cuerdas laterales. De las misma manera, si se comprueba la frecuencia de las cuerdas laterales también en forma individual, puede suceder que presenten una frecuencia mayor que si se las hace sonar junto con la central. Esto indicaría que no sólo la cuerda central sube al afinar la lateral, sino que la cuerda lateral tiende a bajar, “arrastrada” por la frecuencia de la central, como consecuencia del efecto de cuerdas acopladas.
Esto evidentemente modifica el orden de los pasos en la afinación tradicional.
Si después de afinar la cuerda central de un trío, al afinar las laterales se modifica levemente la frecuencia de las tres cuerdas, entonces no deberían afinarse las octavas o los unísonos fuera de la octava del temperamento sin antes ajustar todos los unísonos dentro del temperamento, porque la modificación producida por las cuerdas acopladas necesariamente modificará la afinación de las octavas fuera del temperamento.
Si se afinan las octavas fuera del temperamento en el sistema “tradicional”, o sea, con las cuerdas centrales de la nota inferior, las octavas quedarán afinadas a una frecuencia menor que si se las afina haciendo sonar al menos dos de las cuerdas de la nota inferior.
De acuerdo con este fenómeno, lo más conveniente sería afinar el temperamento central (fase 1) con todos sus unísonos ya resueltos, y luego, en la fase 2, afinar las octavas utilizando como referencia dos o las tres cuerdas de la nota inferior: la cuerda central y una de las laterales o las tres juntas, ya que al vibrar en conjunto la frecuencia será levemente superior, y esto redundará en un mejor “estiramiento” de las octavas y, por supuesto, en un mejor ajuste posterior de los unísonos.
Y aquí es donde se aclara lo que se había mencionado anteriormente, en relación a que un muy leve batido en las octavas no sólo no resulta molesto, sino que también le provee más “vida” a todo el sonido del piano, gracias al mayor brillo del estiramiento.
Al afinar la cuerda central de la nota superior de la octava haciendo sonar dos cuerdas de la nota inferior (la cuerda central y una lateral) el trío completo, la cuerda central de la nota superior quedará mejor “estirada”. Sin embargo, cuando se afinen las cuerdas laterales de esa nota superior para trabajar el unísono, esta cuerda central subirá aún más, por el fenómeno de las cuerdas acopladas. Esto muy posiblemente agregue una muy leve modificación en el balance con la octava inferior, pero el casi imperceptible batido resultante se verá compensado por una mejor calidad tímbrica y hasta una mayor potencia sonora.
Esta leve modificación no resulta molesta porque así como el oído humano ya deja de percibir los batidos cuando son demasiado rápidos, podría ser posible que tampoco se perciban los batidos cuando son demasiado lentos.
Otra consecuencia del arte de afinar el unísono es que afecta directamente la resonancia de las cuerdas, y también la atenuación posterior al ataque (el “sustain”). Es imposible exagerar la importancia que este fenómeno tiene, incluso (y fundamentalmente) en la expresión musical del pianista a través de la técnica de su toque.